Un Nuevo Comienzo / Alberto Jiménez Merino – Director Centro de Innovaciones Agroalimentarias y Tecnológicas (CIAT) Puebla
Diversos estudios indican que en México, 80 de cada 100 personas que se dedican a la agricultura y ganadería lo hacen sólo para el autoconsumo y no alcanzan a cubrir sus necesidades anuales, debiendo comprar parte de los alimentos a precios más altos que como los vendieron durante la época de cosecha.
Los campesinos de autoconsumo venden una parte importante de su producción, muchas veces antes de cosecharla, por una grave descapitalización que los ha agobiado siempre y no ha tenido respuesta.
No existe un sistema de micro financiamiento, microcréditos para los pequeños productores, artesanos, comerciantes y todas aquellas actividades económicas de la microeconomía, tan menospreciada por gobiernos conservadores como liberales.
Este vacío es cubierto por los usureros de las comunidades rurales y urbanas, y por aquellos que prestan para pagar en abonos chiquitos, que terminan siendo súper abonos que asfixian la economía de las familias. Los intereses promedian el 10 por ciento mensual en los pueblos. A la banca privada nunca le ha interesado el microcrédito.
Los campesinos venden también parte de la cosecha porque no aprendieron a hacer las cuentas de la vida y no saben planear sus necesidades anuales. Pero más grave aún es que venden, porque no tienen donde almacenar lo cosechado.
Al carecer de infraestructura para almacenar las escasas cosechas, los pequeños productores pierden hasta el 40 por ciento de lo obtenido, por problemas de plagas, con lo que se agrava aún más el problema de la seguridad alimentaria familiar.
La educación agropecuaria y la investigación han contribuido al agravamiento de la falta de alimentos para las familias más pobres en la medida que no tienen una vinculación real, no han incorporado estas necesidades de las familias a sus contenidos educativos, preparan profesionistas sólo para trabajar en condiciones favorables, y continúa con la formación fragmentada y teórica de los egresados.
La capacitación y la asesoría son lo más menospreciado de los apoyos técnicos, superados notoriamente por los apoyos materiales. La capacitación ha carecido de apoyo con medios de producción que permitan su aplicación por los receptores de conocimientos.
La falta de tecnología y servicios logísticos para la agricultura familiar ha limitado que quienes la practican, puedan continuar cuando los apoyos gubernamentales se terminan. La gente ya no sabe qué hacer después porque no se desarrolló la siguiente etapa.
Hay un problema de pobreza y de inseguridad alimentaria que afecta a casi dos tercios de la población nacional, misma que ha derivado en otros problemas mayores como la inseguridad pública, que ya agobia a 9 de cada 10 mexicanos según diversas fuentes, aceptado o no oficialmente.
Y todavía vemos que muchos gobernantes y legisladores traen como fórmula para resolver la pobreza el destinar apoyos a proyectos productivos, olvidando que hay un escalón faltante en la escalera del desarrollo que es garantizar la alimentación de las familias, lo que se ha atendido siempre con despensas y apoyos económicos asistenciales.
Sin asegurar la alimentación de las familias y algunas necesidades básicas, los proyectos productivos van a seguir fracasando, porque sus recursos serán ocupados para llenar estos vacíos sin atención.
Los proyectos productivos han fracasado; porque no han nacido de la necesidad de la gente, han sido parte de una oferta institucional como única opción que en muchos casos obliga a conjuntar grupos de trabajo como requisito para acceder al apoyo, pero sin un convencimiento real de la necesidad de trabajar en grupo.
Obligar a la gente a trabajar en forma colectiva ha tenido resultados negativos: cuando no hay un proyecto surgido de una necesidad real, cuando no tiene un líder autentico, cuando no hay acompañamiento técnico, cuando no hay reglamento interno que regule las relaciones de sus miembros y cuando todos hacen de todo sin tener las capacidades necesarias.
Un proyecto productivo comunitario funciona, según la experiencia, cuando se define claramente lo colectivo y lo individual. Y está probado que el trabajo y la atención de las unidades productivas deben ser individuales pero, la adquisición de insumos, los servicios técnicos y la comercialización de los productos deben ser, necesariamente colectivos.