** “Acá no puedes decir yo soy bueno para esto, aquí la suerte es lo que decide todo” **
Con un pasajero o con una familia entera. En el calor, en el frío o bajo la lluvia. De día y de noche, y hasta de madrugada en los días festivos.
No hay excusa para que Delfino Campos Pérez deje de salir a recorrer las calles a bordo de su taxi, en busca del pan de cada día.
Don Delfino, quien actualmente cuenta con 65 años de edad, comenta que se dedica al oficio de taxista en Izúcar de Matamoros desde 1989. En este trabajo le ha tocado ver “demasiadas cosas”, buenas y malas. “A muchos se las contamos y no nos la creen, a lo mejor porque no las han vivido, pero en realidad aquí pasan muchas cosas buenas y malas”, mencionó.
En sus tres décadas tras el volante lo han asaltado aproximadamente 10 veces, en diferentes lugares, en distintos momentos y en diversos vehículos, pues en ese lapso ha cambiado varias veces de unidad.
“Una ocasión estuve un año sin poder ver, porque me golpearon en el lado izquierdo de la cabeza y me mandaron al hospital. Cuando ya pude ver, regresé de nuevo al volante”, relató.
Muchos de sus compañeros no tuvieron la misma suerte, pues sólo cuatro de las dos docenas de integrantes del gremio de taxistas de Izúcar de Matamoros, entre ellos don Delfino, continúan ejerciendo el oficio.
“Éramos como 24 choferes en aquel entonces (hace treinta años), cuando formaron las primeras flotillas de taxis en Izúcar. De esos 24 taxistas pioneros, hoy en día solo quedan cuatro trabajando en el taxi: a unos los mataron, a otros los asaltaron, a otros los desaparecieron, y solo cuatro quedamos”, relata don Delfino.
En sus 30 años de taxista, don Delfino ha sido testigo del crecimiento que la ciudad ha tenido.
“En aquel entonces el cuadro de Izúcar era muy pequeño: Cruz Verde no existía, Santiago Mihuacán no existía, todos los barrios no existían; bueno si existían, pero sin casas, puras huertas. Anteriormente solo estaba la bodega de Coca Cola en la orilla, así como el asoleadero del arroz; ese estaba allá, en la carretera”, recuerda.
Con el paso de los años ha podido observar cómo se fue transformando la ciudad. Destaca que hoy en día hay casas casi hasta llegar a Matzaco, Raboso y San Martín Alchichica.
Asegura que en esta actividad no hay un día que se pueda considerar “normal”: “Todos los días son diferentes, no hay un día normal, que digas ‘yo hice ahorita lo que hice ayer’”, precisa.
Actualmente su jornada comienza a las ocho de la mañana y termina a las ocho de la noche, aunque antes cubría el turno completo.
En relación con sus clientes, comenta que ha tenido muchos, “pero también se acaban porque con el paso de los años la gente se va enfermando. Por ejemplo, tengo un cliente que es minusválido, que me habla y lo llevo al doctor y lo regreso; la confianza se va ganando.
Otros ya han fallecido”, dice.
Entre las muchas experiencias que le ha tocado vivir, se encuentra la muerte de algunos pasajeros a bordo de su taxi, entre ellos un “huesero” que le habló por teléfono para que lo fuera a recoger alrededor de las siete de la mañana.
El pasajero y su esposa subieron al vehículo y empezaron a platicar, pero de pronto el señor se acostó sobre las piernas de su esposa y se quedó callado.
“Justo antes de llegar al ISSSTEP la mujer me dijo ‘Mi esposo ya se murió’. Al descender del vehículo llegó el hijo del señor y le pidieron que le hablara a una ambulancia porque se había muerto el huesero, había sufrido un paro cardiaco”, relató.
Una experiencia traumática fue el sismo del 19 de septiembre del 2017.
Él estaba en el interior de su taxi, el cual estaba estacionado en su base, a un costado de la estatua de Mariano Matamoros, cuando empezó a temblar.
A lo largo de su vida, don Delfino también ha manejado vehículos grandes, como los que se utilizan para transportar la caña; trabajó siete años en la Coca Cola y otros siete años en Sabritas; también laboró en Recursos Hidráulicos y en Comunicaciones y Transportes; manejó una combi y también fue beisbolista. “Yo entré a Sabritas y Coca Cola por el béisbol, en aquellos tiempos jugaba bien. Una vez me invitaron a Cholula a jugar y me contrató un equipo de Veracruz”.
Sus 30 años como taxista le han permitido ser conocido por mucha gente, no sólo en Izúcar de Matamoros, sino en diversos lugares a los que acude.
A pesar de haber incursionado en diversas actividades, de haber manejado diversos tipos de vehículos, de haber tenido experiencias buenas y malas, don Delfino Campos Pérez, sobreviviente del primer grupo de taxistas de Izúcar de Matamoros, con seis décadas y media de vida, sigue frente al volante de su taxi amarillo y azul, llevando a bordo su experiencia, sus vivencias, sus mil anécdotas.