Por: Nicolás Dávila Peralta
La noche del jueves pasado, 5 de septiembre, murió el pintor oaxaqueño Francisco Toledo, a los 79 años de edad, víctima de cáncer pulmonar. Toledo fue algo más que un pintor famoso: fue un defensor de la cultura y un hombre comprometido con la justicia.
Como lo han expresado tanto el presidente de la república, como artistas, intelectuales y políticos, no solo Oaxaca, sino el país ha perdido a uno de sus mejores hombres.
La obra de este pintor nacido en Juchitán, en el Istmo de Tehuantepec, formado en las ciudades de Oaxaca y México, así como en París, Francia, no se redujo al dibujo y a la pintura; como todo buen artista, tuvo una visión integral de lo que es la cultura y esa visión normó su conducta a lo largo de toda su vida.
Toledo no redujo el concepto de cultura a la sabiduría y al arte; fue consciente de que cuando se habla de cultura, el término se refiere a toda la actividad humana y a la relación del hombre con su entorno natural y social.
Cultura es el arte, pero también lo es el lenguaje, la artesanía, las tradiciones y costumbres, el patrimonio edificado, la religiosidad de los pueblos, los testimonios históricos presentes en las zonas arqueológicas, en los códices, en los escritos de los hombres de otras épocas.
Todo es cultura, y así lo entendió y demostró Francisco Toledo; fundador del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), espacio para consulta gratuita que cuenta con más de 61 mil libros especializados en pintura y arquitectura; el Patronato pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del Estado de Oaxaca (Pro-Oax) y el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), entre otros espacios e instituciones para la defensa de la cultura oaxaqueña.
México tuvo en él a un decidido defensor de las lenguas indígenas –él era de origen zapoteco-, del cuidado de la tierra y activista en contra de los productos transgénicos y a favor del cultivo del maíz nativo.
Fue no solo solidario, sino activista en contra de las injusticias y a favor de los movimientos populares. Elaboró 43 papalotes y los hizo volar en el andador turístico de la ciudad de Oaxaca en reclamo por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Su defensa del patrimonio urbano de Oaxaca lo llevó a manifestarse en contra de la instalación de un negocio de comida rápida en el centro de la ciudad y en contra de la remodelación del zócalo, donde se intentó quitar las bancas antiguas. En esa ocasión, el artista llevó su banca al zócalo y ahí se instaló en protesta.
Dedicar una columna, en un medio periodístico del sur del estado de Puebla, puede parecer irrelevante, cuando hay otros temas de qué hablar y escribir. Sin embargo, la vida y obra de Toledo es un llamado a defender todas las expresiones de la cultura. El sur sureste de Puebla, la Mixteca poblana tiene una cultura muy rica que, a semejanza de lo que el pintor hizo en su estado natal, debe ser conservada y defendida.
La Mixteca tiene, por ejemplo, edificios que constituyen testimonios de la historia de la región. Los exconventos dominicos y agustinos de Izúcar, Tepapayeca, Chiautla de Tapia, entre otros, son parte de la historia; lo mismo que, en Izúcar la Casa Colorada, que fue cuartel general de José María Morelos, o la estación del ferrocarril, testimonio del desarrollo económico de la región.
Hay tradiciones de religiosidad popular que vienen desde tiempos de la primera evangelización de la región; tal es el caso de la Cofradía del Santísimo Sacramento, creada para unir a los 14 barrios de Izúcar.
El pan de barrio, el barro policromado, el tejido de sombreros de palma, la elaboración de adornos con flor de cuchara; lo mismo que las lenguas originarias que se mantienen vivas en muchos pueblos, como el náhuatl, el popoloca y algunas variantes del mixteco, son parte de la cultura que hay que defender.
La defensa de todas estas expresiones de la cultura de nuestros pueblos, debe unirse a las acciones para el cuidado del agua, el impulso a la agricultura, el rescate de huertas. El rechazo a costumbres que corrompen o matan a nuestra cultura es un compromiso. Este es el testimonio y la enseñanza que nos deja el oaxaqueño Francisco Toledo.