Revertir la política agropecuaria que llevó al campo poblano a una situación ruinosa, parece ser la meta del actual gobernante estatal, Antonio Gali Fayad, a juzgar por los programas que anunció y que inició la semana pasada en Tepexi de Rodríguez, donde entregó paquetes de semilla mejorada, de fertilizantes y de implementos para el trabajo como carretillas, palas, picos, machetes, etc.
La presidenta municipal de Tepexi, María del Rocío Canales, lo reconoció. Dijo que con su visita y con la entrega a tiempo, de los apoyos que los campesinos necesitan, el gobernador estaba demostrando, que quiere ser un gobernante cercano a los municipios y a la gente del campo, que en la región mixteca, constituye más del 50 por ciento de la población.
Comentó la edil que más del 50 por ciento de los habitantes de la región mixteca, “subsisten de las actividades relacionadas con el campo”. Bien, subsisten, es decir, “medio viven” de esas actividades, porque durante casi seis años, el presupuesto estatal destinado a la producción de alimentos, ha sido de los más bajos de la historia reciente de la entidad.
La entrega a tiempo de los apoyos que los campesinos y pequeños productores pecuarios requieren, va a dar resultados a corto plazo.
Los gobiernos federales siempre pusieron atención al campo y pese a los desvíos de recursos, que eran frecuentes por una burocracia corrupta, se obtenían resultados positivos. Pero llegó el neoliberalismo en los años ochenta y con ello, “la modernización del país”. Íbamos a pasar de la primitiva agricultura y ganadería de traspatio, propias del tercer mundo, a la etapa industrial, propias del primer mundo.
Ya podríamos darnos el lujo de prescindir de la producción de maíz, de frijol, de arroz, de soya, ajonjolí y otros cultivos para la producción de aceites comestibles, para dedicar nuestros esfuerzos a la producción industrial.
En Puebla hay plantas industriales importantes, fábricas de automóviles, de productos químicos, de partes para la industria automotriz, etc., pero sus beneficios sólo los han sentido algunos cientos de miles de personas que viven en las ciudades y que trabajan en esas fábricas o en grandes establecimientos comerciales. La pobreza ha aumentado por la emigración de la gente del campo, abandonado, a las ciudades o al otro lado del río Bravo. Se les hizo fácil, a los tecnócratas egresados de universidades gringas, sustituir nuestra producción alimentaria por maíz, frijol, arroz, etc., de importación.
Ahora somos un país que depende alimentariamente, en productos básicos, del extranjero, algo que se considera aberrante en cualquier economía nacional, excepto en países con poco territorio, como Japón, por ejemplo.
Si ahora todo mundo se queja de que las tortillas se endurecen casi inmediatamente después de elaboradas, es porque se utiliza en su elaboración, “maíz forrajero” y probablemente transgénico, No apto para el consumo humano.
El presidente estadounidense, Donald Trump, en sus locuras, anunció el pago de aranceles especiales a los importadores de alimentos, como nosotros y espantó tanto ese anuncio, que los productores agrícolas gringos, ya vinieron a platicar con las autoridades y a ofrecerles que ellos harán todo lo posible para evitar ese arancel.
Por fortuna, el gobierno de México ya está en pláticas con Argentina y Brasil, para importar maíz de esos países, que júrelo usted, será de mejor calidad y precio.
Qué bueno que el actual gobierno ha vuelto sus ojos al campo y ha decidido darle el apoyo que se requiere para incrementar la producción de los alimentos que requerimos. Eso beneficiará a los habitantes del campo, indudablemente y de las ciudades.
Solo falta que funcionarios y empleados de la dependencia estatal encargada de atender al medio rural, lo haga realmente, con inteligencia y sobre todo, con honestidad.
El titular de la Secretaría de Desarrollo Rural, Rodrigo Riestra, es un profesional, no especializado en trabajos del campo, pero con un buen entrenamiento para atender el medio rural, pues durante varios años fue secretario particular del ingeniero agrónomo Alberto Jiménez Merino, ex rector de Chapingo, ex secretario de Desarrollo Rural en Puebla y ex delegado de la Sagarpa, entre otras cosas.
Tiene ya varios años al frente de la dependencia y dentro del corto presupuesto que ha manejado, lo ha hecho bien.
En esta nueva etapa de su trabajo, debe entender que la política hacia el campo ha cambiado y debe cuidar para que los programas que se implementan para impulsar el desarrollo del medio rural, se lleven a cabo con eficiencia y honestidad.
Si como muchos afirman, las políticas para el campo mexicano han sido un barril sin fondo, se debe a que muchos burócratas se aprovechan y muchos proveedores, de la iniciativa privada, que venden semilla, abonos o fertilizantes, frutales para crear huertos, también. El ex gobernador Melquiades Morales, de origen campesino, nos contó una anécdota sobre la semilla mejorada. El estaba a punto de terminar la preparatoria en el centro escolar “Francisco I. Madero” de Ciudad Serdán y entusiasmado por los conocimientos adquiridos, le dijo a su señor padre, don Melquiades, experimentado campesino de toda la vida: “Papá, siembra semilla mejorada. Mira, es mucho mejor que la criolla porque ha sido seleccionada, tratada y su productividad es mayor, además de que resiste más la sequía y algunas plagas”. Don Melquiades ya molesto, le respondió: “Mira, ya deja de estar frecuentando con eso. Voy a sembrar tal terreno con esa semilla que dices y a ver qué resultado da”.
Los resultados fueron tan malos, pues el proveedor era un malandrín que solo buscaba contratos para ser eso, un mal proveedor y ganar lo más que se pudiera, que cuando la milpa ya crecía vigorosa en todas partes, en el terreno que don Melquiades destinó a la semilla que tanto le ponderó su hijo, estaba escuálida.
El regaño que quien sería gobernador del Estado recibió por ello, fue solo de una frase: “Ve a ver tu pinche semilla mejorada”.
Ojalá y eso no ocurra nunca ya, en el campo poblano.