Gabriel Sánchez Andraca / Semana Política
Todos los partidos políticos de México están en crisis y esa crisis es provocada por la falta de liderazgos. Solo Morena tiene líder, pero es uno solo. No hay otro líder nacional y no hay líderes regionales.
En esa situación, todos los partidos tendrán serios problemas para recomponerse, para reorganizarse y para recobrar lo que perdieron en la pasada elección.
El PRI, el PRD y el PAN, que fueron los tradicionales partidos fuertes de las últimas décadas, son los que tendrán más problemas. Los tres dejaron de tener una identidad ideológica; los tres se dividieron internamente y no pudieron superar ese problema, por el contrario, lo agravaron y llegaron a enfrentamientos y luego a emigraciones hacia otros partidos.
Si piensan que haciendo llamados a la unidad van a lograr la fortaleza que perdieron, hay que recordarles que los que hacen esos llamados, fueron los que siendo dirigentes no pudieron unificar a sus huestes porque no tuvieron la confianza de sus bases.
Anuncia el PAN que ya está en proceso de renovación a nivel nacional, es decir, va a cambiar a su dirigencia nacional, a sus dirigencias estatales y a sus dirigencias municipales. El problema es que al final del proceso electoral reciente llegaron divididos, ahora se van a dividir más en su lucha por las dirigencias.
Los panistas ya tienen adentro de su partido a gente extraña, que le llegó de otras formaciones políticas, como el PRI por ejemplo, y esos también quieren entrar de lleno en la lucha por apoderarse del partido conservador, para manejarlo a su estilo y no al estilo del PAN, que ya perdió hasta los moditos de andar.
El PRD solo se está traspasando a Morena, el partido que surgió del sol azteca. Muchos lo consideran un partido en extinción, que ya perdió hasta la joya de la corona, que es la ciudad de México, antes Distrito Federal
Por lo que se refiere al PRI, es el gran derrotado. Nadie imaginaba una derrota del tamaño que la tuvo el primero de julio. Lo perdió todo. En Puebla, solo ganó una diputación federal y en el Congreso local, seguirá siendo partido minoritario.
En los municipios, obtuvo más de 70, pero de mediano a pequeño tamaño. Los municipios importantes, como la capital del Estado, Tehuacán o Atlixco, los ganó Morena.
Y para colmo de males, muchos de quienes triunfaron en las dos senadurías de mayoría, en diputaciones federales, en diputaciones locales y en presidencias municipales, no hace mucho tiempo, fueron priístas, priístas enojados, resentidos con sus sedicentes líderes que les cerraron oportunidades para avanzar en sus respectivas carreras.
Ahora la dirigente nacional es una mujer capaz, preparada y parece que de buena fe, Claudia Ruiz Massieu pero es sobrina de Carlos Salinas de Gortari, el presidente tecnócrata, que inició la destrucción del PRI, para sustituirlo con un partido de su propiedad que se llamaría “Solidaridad”. No logró eso, pero sí la destrucción a mediano y largo plazo, del partido tricolor. Eso crea desconfianza entre las bases.
Como secretario general del comité nacional, está uno de los hermanos Moreira, acusados de pertenecer a los grupos más corruptos del priísmo. Eso quiere decir, que el PRI va contra la corriente, pues en provincia parece que ni se mueve o los que se mueven son a los que más desconfianza tienen los priístas.
Una democracia partidista, como la nuestra, requiere de partidos fuertes, bien estructurados y bien organizados, de lo contrario le puede pasar lo que le pasó a la nuestra. No funciona.
Ganó arrolladoramente Morena y si no surgen contrapesos que con madurez, con patriotismo y con seriedad, coadyuven a gobernar al partido que lo ganó casi todo, éste puede volverse un PRI de la época actual y no habremos ganado nada, por el contrario, lo habremos perdido todo, porque si como parece, muchos de los morenistas carecen de madurez política, de oficio político, de patriotismo y de sensibilidad social, pueden volver al gobierno mejor intencionado, en un verdadero caos. Y no solo no acabarán con la corrupción, sino que esta puede ser incrementada.
Nuestros hermanos latinoamericanos tienen muchos ejemplos que ofrecernos sobre eso.
Lo más reciente es el caso de Nicaragua, donde el personaje que encabezó la rebelión contra el dictador Somoza, Daniel Ortega, ya en el poder tiene un comportamiento peor que el dictador derrocado hace ya casi dos décadas.