Semana Política / Gabriel Sánchez Andraca
Ya en el poder en los Estados Unidos, el presidente Donald Trump preocupa al mundo, pero más a regiones como la Mixteca poblana que tienen en el país vecino a miles de hombres y mujeres viviendo y trabajando allá y que temen ser deportados, pues muchos carecen de los papeles necesarios para poder hacerlo.
Ese temor se ha manifestado por el incremento de las remesas que los trabajadores mexicanos, muchos de ellos indocumentados, hacen a sus familiares de acá, seguramente para proteger su economía en caso de que tengan que regresar a México.
Las nuevas generaciones de mexicanos, no recuerdan en todo el siglo XX y lo que va del XXI, una relación tan tensa entre los Estados Unidos y nuestro país, como la que existe ahora.
Tal vez eso se deba a que el nuevo inquilino de la Casa Blanca no es político, sino un multimillonario empresario. Su comportamiento es como el de Vicente Fox en México, falto de tacto, carente de sensibilidad política, carente de oficio, que piensa que puede gobernar a todo un país, como si fuera una empresa de su propiedad.
Pero las cosas políticas allá se guisan de otra manera: cuando Trump firmó el acuerdo para que se iniciara la construcción del muro (que ya existe en parte) entre México y los Estados Unidos, debió dar una conferencia de prensa, que se pospuso dos horas, mientras el recién estrenado presidente, dialogaba con funcionarios de su gobierno sobre ese tema.
Algo pasó en la reunión, que cuando Trump se presentó ante los periodistas, era un manso corderito, que dijo amar mucho a México, querer a los mexicanos, ser admirador de su presidente, en fin, muchas lindezas.
La realidad es que allá no es como acá: allá el presidente tiene sus frenos que pueden ser sus propios funcionarios y los integrantes de sus cámaras de Representantes y de Senadores.
Allá los alcaldes de las grandes ciudades como Boston, Chicago, Nueva York, Los Àngeles y otras 40 más, pueden decirle a su presidente que no cooperarán con el gobierno federal para la expulsión de los indocumentados, aunque les quite ciertos apoyos de su gobierno a esas ciudades.
Cuando la “guerra económica” que Trump ha declarado de hecho a nuestro país, empiece a golpear a las empresas gringas, los mismos empresarios van a poner el grito en el cielo y le van a decir a Trump, como le dijeron los de la CIA, que modere su lenguaje y que piense bien lo que va a decir, antes de decirlo.
Por lo pronto, países como Alemania, Francia y otros más, han criticado la política estadounidense de construir muros entre las naciones.
El presidente de la OEA, (Organización de Estados Americanos) afirmó que el muro no solo se construye contra México, sino contra Latinoamérica.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, dijo algo que es absolutamente cierto: que México se había apartado en los últimos años de América Latina y que tal vez la situación que vive ahora con los Estados Unidos, le haga recapacitar a su gobierno y vuelva a los ojos hacia los países hermanos de centro y sud América.
Fue con Carlos Salinas de Gortari cuando México, bajita la mano, renunció a ser parte de América Latina, pues lo práctico, lo beneficioso para México, era unirse a Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) para llegar a ser un país del primer mundo.
De eso ya hace casi un cuarto de siglo y un cuarto de siglo después, ni somos del primer mundo, ni hemos logrado ser independientes. Por el contrario, somos dependientes en alimentos básicos, como maíz, frijol, arroz, soya, etc.; somos dependientes energéticos, porque desde los años 90, no se ha construido una sola refinería de petróleo y ahora exportamos crudo, para que nos lo regresen convertido en gasolina y diesel de los Estados Unidos, lo que cuesta a México, un ojo de la cara.
Se ha frenado el desarrollo del campo. Regiones como la mixteca poblana, no han recibido los apoyos que merecen para impulsar una agricultura y una ganadería apropiadas a zona, para dar impulso a la actividad artesanal, a las pequeñas y medianas empresas que aprovechen los recursos disponibles.
No hay en toda la región, una granja avícola, porcina, caprina o de otro tipo, ni siquiera mediana. Como si la fatalidad de los habitantes de la zona, fuera irse del otro lado para poder sobrevivir y dar una vida más o menos decorosa a sus familias.
Tuvimos un presidente, Vicente Fox, que en vez de alentar a los campesinos migrantes a quedarse para trabajar lo suyo, los alentaba a aprender jardinería, porque en Estados Unidos, había escasez de jardineros.
Ahora nos espantamos de que Trump prácticamente corra a los mexicanos avecindados allá, pero es que acá, nuestros gobiernos no fueron capaces, por falta de voluntad, por falta de imaginación, de buscar la forma de crear o impulsar actividades que dieran ocupación a todos los jóvenes, hombres y mujeres, que los arraigaran en sus pueblos o en su región.
Pero todavía hay tiempo de recomponer las cosas. Con la experiencia que nos dejará esta crisis; los gobiernos federal, local y municipales, deberán ponerse las pilas e inventar políticas que permitan a todos los mexicanos, a todos los poblanos, vivir decorosamente en su propia tierra, que cuenta con grandes recursos naturales que bien trabajados, pueden dar bienestar para todos.
Como dijo el multimillonario mexicano Carlos Slim, hay que levantar nuestro propio muro de empresas y empleos, que permitan a nuestra gente, obtener los recursos necesarios para mantener con decoro a sus familias. Hay que fortalecer nuestro mercado interno.