Columna de Opinión
En México, el abuso sexual infantil es una problemática que, a pesar de su gravedad, continúa siendo una conversación pendiente en muchos hogares, instituciones y espacios públicos.
Este crimen, que atenta contra los más vulnerables de nuestra sociedad, es también uno de los más silenciados. Las cifras de este año son alarmantes, y la necesidad de un cambio estructural en la protección de las niñas y niños es urgente.
El abuso sexual infantil no es solo un acto de violencia física, sino una violación psicológica que deja secuelas de por vida. Según datos recientes de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), en 2023 se estiman más de mil 600 denuncias de abuso sexual infantil mensuales, lo que equivale a más de 50 casos diarios.
Sin embargo, se estima que muchos más permanecen ocultos, enterrados bajo el miedo, la vergüenza y la incredulidad social. México ocupa el primer lugar en abuso sexual infantil dentro de los países miembros de la OCDE, y esa cifra debería sacudirnos hasta lo más profundo.
Casos recientes han puesto el foco en lugares como Mexicali y Puebla, donde la tragedia personal de niñas y niños se ha hecho visible. En Mexicali, los testimonios de madres y padres, que han denunciado abusos perpetrados por personas cercanas a sus hijos son desgarradores.
Los medios han cubierto con detalle cómo el sistema judicial ha fallado en proteger a las víctimas, mostrando que no solo se trata de una falla individual, sino de una estructura que normaliza la violencia.
En Puebla, los casos son igualmente preocupantes. A principios de este año, la noticia de abusos sexuales en un colegio de la capital poblana estremeció a la sociedad. Lo más indignante es que los agresores eran miembros del personal escolar, quienes deberían haber sido garantes de la seguridad de esos niños.
Lamentablemente, este no es un caso aislado. Las cifras locales reflejan que Puebla es uno de los estados con mayor incidencia de abuso sexual infantil, y las denuncias siguen en aumento.
A pesar de la gravedad, ¿por qué seguimos sin ver cambios significativos en la protección de nuestros niños? El abuso sexual infantil es una herida abierta que desangra a la sociedad, pero seguimos callados.
Necesitamos leyes más estrictas, pero también un cambio cultural, donde se erradique el silencio que protege a los agresores. Los mecanismos de protección a las víctimas deben ser rápidos, eficientes y empáticos. La justicia no puede seguir siendo selectiva.
Las cifras de abuso infantil en México para este año hablan por sí solas. El INEGI señaló que el 60% de los casos de abuso infantil ocurren en el entorno familiar. Esto significa que muchas víctimas tienen que enfrentarse a sus agresores cada día, atrapadas en una rutina de miedo e impotencia.
Las secuelas del abuso sexual infantil pueden durar toda la vida, desde problemas psicológicos hasta la incapacidad de formar relaciones sanas en la adultez.
Se hace un llamado urgente a los legisladores, a las instituciones educativas, a las familias y a la sociedad en general. No podemos seguir permitiendo que esta realidad se perpetúe.
Cada niño y niña que es víctima de abuso, es una vida marcada por el dolor y la desesperanza. El cambio empieza por nosotros, en casa, en las aulas, en las conversaciones diarias. Debemos creerles a las víctimas infantiles, apoyarles y romper con el silencio que favorece a los perpetradores.