Hombre caminó con la cabeza de su abusador

La escena parecía salida de una pesadilla: un joven recorriendo con serenidad las calles de Coatepec, cargando una bolsa que contenía una cabeza humana. No huyó. No se escondió. Caminó lentamente, con la mirada al frente, y con una frase que repitió como un mantra: “Limpié mi vergüenza”. La frase, tan cruda como desconcertante, no tuvo sentido hasta que el hombre explicó su historia. Lo que parecía una brutalidad sin motivo, resultó ser el desenlace de una venganza personal orquestada durante un año.

El hombre fue identificado como André Jared ‘N’, de 32 años, quien fue detenido por la policía municipal el pasado 13 de julio. Dentro de la bolsa que llevaba se encontraba la cabeza de Manuel ‘N’, conocido en la zona como “El Lyn”, un hombre de 62 años que, según el testimonio del joven, había abusado sexualmente de él tiempo atrás, luego de drogarlo durante una supuesta reunión amistosa.

Según la declaración de Jared, todo comenzó en 2024, cuando aceptó una invitación a convivir con Manuel en su domicilio. En esa reunión, el hombre mayor lo habría drogado y posteriormente abusado sexualmente de él. Jared no denunció. No hubo escándalo ni proceso legal. Pero tampoco olvido. Durante un año, el joven habría elaborado en silencio su forma de tomar justicia por mano propia.

El día del asesinato, Jared repitió la fórmula de su agresor: lo invitó a beber a una bodega del municipio, lo drogó, lo decapitó y luego caminó con su cabeza por las calles. No se resistió al arresto. No negó nada. Al contrario, expresó que su acto era una forma de sanar lo que él describió como una “vergüenza” que había cargado desde aquella noche.

La Fiscalía del estado confirmó que Jared tenía antecedentes penales por delitos relacionados con drogas. Fue detenido en febrero en Tulum con 22 bolsas de marihuana y, en marzo, en Playa del Carmen con 271 dosis de droga y un arma de fuego. A pesar de esto, no había recibido sentencia. Estos antecedentes, sin embargo, no explican ni justifican lo que ocurrió en Coatepec, pero agregan matices a un perfil que muestra una vida al borde de la legalidad, marcada por el consumo de sustancias y, aparentemente, por la violencia.

Sin embargo, el caso también ha reabierto el debate sobre el abuso sexual en hombres, una problemática profundamente estigmatizada. Especialistas en salud mental han señalado que muchas de las víctimas varones nunca denuncian por miedo, vergüenza o la falta de credibilidad social, lo que provoca un aislamiento emocional que en casos extremos puede desembocar en conductas autodestructivas o violentas.

El caso de Jared ‘N’ pone sobre la mesa una pregunta incómoda pero urgente: ¿qué pasa cuando una víctima se convierte en victimario ante la indiferencia de un sistema incapaz de protegerla? La violencia no deja de ser violencia, y el asesinato premeditado de una persona —incluso si esta tenía un historial de abuso— debe investigarse con todo el rigor de la ley. Pero también debe analizarse el contexto: la falta de recursos psicológicos, sociales y judiciales para quienes cargan con el dolor en silencio.

Mientras la justicia determina el destino legal de Jared, la comunidad de Coatepec continúa digiriendo lo ocurrido. La imagen del joven caminando con la cabeza de su agresor ya es parte de la memoria colectiva del municipio, pero el verdadero horror no está solo en la sangre, sino en la historia que la antecede.

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