** 32 mil viviendas, mil 600 escuelas, 96 clínicas y hospitales dañados y 45 muertos, el saldo **
Luis Felipe Castro /Juan Rubio Izúcar de Matamoros, Pue.
El martes 19 de septiembre de 2017 parecía un día como cualquier otro: en Izúcar de Matamoros, al igual que en las localidades de la Mixteca de Puebla, y en el resto del país, las actividades cotidianas se desarrollaban sin contratiempos.
A las diez de la mañana, en las instituciones educativas y en las oficinas públicas se había efectuado un simulacro de sismo con motivo del aniversario del terremoto que devastó la hoy Ciudad de México en 1985.
Nadie podía imaginar que 32 años después, cuando el reloj marcaba las 13:14:40 horas, la furia de la naturaleza se desataría una vez más, dejando una estela de destrucción y muerte en la capital del país y en los estados de México, Puebla, Morelos, Guerrero y Oaxaca.
A esa hora, la tierra se cimbró a causa de un sismo de 7.1 grados de magnitud, cuyo epicentro se ubicó en la junta auxiliar de San Juan Pilcaya, perteneciente al municipio de Chiautla, casi en los límites con el estado de Morelos.
Escuelas, hospitales, iglesias, edificios públicos y viviendas se vinieron abajo; miles de inmuebles que permanecieron en pie, sufrieron daños diversos.
De acuerdo con datos oficiales, el sismo del 19 de septiembre arrojó un saldo de 369 personas fallecidas, aunque los medios de comunicación manejaron la cifra de 471; 171 mil viviendas dañadas; 12 millones de personas damnificadas; 12 mil 931 planteles educativos con daños diversos, 276 de ellos con daño total; y mil 500 inmuebles del patrimonio cultural afectados, 242 de ellos con daños severos.
En el estado de Puebla, resultaron dañadas 32 mil 317 viviendas, mil 614 planteles educativos, 96 clínicas y hospitales, 621 inmuebles del patrimonio religioso, histórico y cultural, así como dos puentes (el de Cuatro Caminos, en Izúcar y el de Los Leones en Chietla), un tanque elevado en Atzala y un acueducto en San Bartolo, Tehuacán.
Un total de 112 municipios fueron declarados en situación de emergencia, y de ellos 33 con daños severos.
**En la entidad se registró el fallecimiento de 45 personas, de las cuales la mayoría ocurrió en esta región: 12 en Atzala, 3 en Jolalpan, 2 en Izúcar de Matamoros, 2 en Tlapanalá, 2 en Piaxtla y una en Epatlán**
El municipio de Atzala, ubicado a sólo 14 kilómetro de Izúcar de Matamoros, acaparó la atención de los medios nacionales y extranjeros, pues el sismo provocó que la cúpula de la iglesia de Santiago Apóstol se desplomara, sepultando en su interior a una docena de personas que se encontraban en la celebración de un bautizo.
Inicialmente el bautizo de la pequeña Elideth Yusak Torres de León, de apenas un mes de nacida, estaba programado para el domingo 24 de septiembre, pero se adelantó por petición de quienes serían sus padrinos, quienes argumentaron que ese día tendrían otro compromiso.
A pocos minutos de que inició la ceremonia, un ruido intenso invadió el lugar y casi de inmediato se percibió el movimiento de la tierra. Sólo unos segundos después, la cúpula se desplomó, sepultando bajo las pesadas rocas a gran parte de los asistentes.
El párroco Néstor Cuautle y los sacristanes Sergio Montiel y Lorenzo Vázquez lograron ponerse a salvo y salir del templo entre la nube de polvo que se levantó por la caída de las pesadas rocas.
En el centro de la iglesia quedaron los cuerpos de siete adultos y cinco niños, entre ellos la pequeña Elideth Yusak, su madre y sus padrinos. En el lugar también perdió la vida el regidor de Gobernación del municipio de Chietla, Jacinto Roldán Capistrán, quien había sido invitado a la ceremonia. El padre de la bautizada, Ismael Torres Escamilla, resultó herido de gravedad.
En sólo unos minutos, centenares de ciudadanos de Atzala y de localidades cercanas se congregaron en la iglesia para participar en la remoción de los escombros y el rescate de las víctimas.
Por la noche, los cuerpos de 11 de las 12 víctimas fueron velados en la calle que separa las viviendas de la familia de la bautizada y de quienes serían sus padrinos.
Al día siguiente, el gobernador José Antonio Gali Fayad acudió a dar el pésame a los familiares y anunció que se entregaría un apoyo económico a las familias de las 45 personas fallecidas.
Paradójicamente, el sacristán mayor, Sergio Montiel, quien sobrevivió a la tragedia, murió meses después, luego de haber estado trabajando en una bodega donde anidaban murciélagos. Vecinos de la localidad atribuyen su muerte al hecho de haber respirado el guano durante un periodo prolongado.
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