El Atoyac puede ser lo que fue

Es probable que por 1920  el río  Atoyac  y sus afluentes estaban limpios porque la  ciudad de Puebla era pequeña, a lo mejor tenía menos de 150 mil  habitantes. Es posible que los únicos que contaminaban el afluente eran las personas que lavaban ropa ahí, costumbre de los  pueblos.

Si la  ciudad  ya descargaba en el río sus aguas residuales entonces ya había contaminación,  habría que ver cómo estaba el sistema de drenaje en ese tiempo, hace casi cien años.

Sin embargo, por  lo que sea, en esos años el  Atoyac y sus afluentes, estaban en términos generales limpios, con aguas claras,  con miles de peces, con muchos árboles  y flores en su trayecto, con miles de aves que hacían sus nidos en los frondosos árboles.

El  Atoyac  al cruzar por la  ciudad de Puebla  camina  hacia el sur, a  la Mixteca, y descarga sus aguas en otros ríos,  entre ellos el Balsas.

En ese tiempo, hace casi un siglo, el  Atoyac  llevaba aguas limpias, o por lo menos muy aceptables, no ponían en riesgo la salud de la población.

El río al venir del estado de  Tlaxcala  mostraba un maravilloso paisaje en su trayecto, cruzaba la  pequeña  ciudad de Puebla y se internaba en el sur. En tiempo de lluvia el  Atoyac presentaba  una imagen impresionante, aguas caudalosas que por esos años se usaban para generar  energía eléctrica para  alimentar las fábricas textiles que tuvieron  su auge en ese tiempo.

La  Ciudad de Puebla  fue privilegiada al tener un gran  río que pasara justo por su centro, a unas calles del zócalo, pocas ciudades tienen ese privilegio, pudo ser  una Venecia y aún más bella con ese regalo de la naturaleza.

El problema es que la ciudad  creció,  su población se multiplicó. Por los años  40 se construyó la presa Manuel  Ávila Camacho, mejor conocida como Valsequillo, a partir de entonces la suerte  ya estaba escrita para el Atoyac y sus afluentes.

Para 1970  la  ciudad de Puebla  superaba los  450 mil habitantes, con esa población el  Atoyac  ya no era el mismo, para empezar, ya  había sido entubado en su trayecto por la ciudad, las autoridades estatales y  municipales no quisieron que el río fuera un atractivo  y  un polo  turístico para los poblanos y visitantes, como ya lo estaban contaminando con las descargas  municipales, prefirieron ocultarlo.

Hoy en el 2018 la ciudad de Puebla y su zona metropolitana supera los tres y medio millones de habitantes, es una mega ciudad con muchos problemas, de todo  tipo, por supuesto, ambientales.

Si en  1970 con 450 mil habitantes el Atoyac y sus afluentes  ya presentaban problemas de contaminación, hoy con  tres  y medio millones de almas, el  Atoyac ya no es río, es un depósito de contaminantes peligrosos, es la descarga de venenos urbanos e industriales, casi, casi, quien meta  la mano al  Atoyac  se le cae, y quien se quiera suicidar, basta que se tome medio vaso de veneno y ya.

Casi  un siglo de irresponsabilidad ciudadana y gubernamental,  casi cien años de daño ambiental, casi  cien años entretenidos  en otras cosas menos en el cuidado ambiental.

Cien años después las autoridades hablan de  un ambicioso proyecto para rescatar al Atoyac,  llevan meses diciéndolo, pero de acciones concretas nada.

Para que se inicie  el rescate del  Atoyac se necesita  que todos los municipios de Tlaxcala y los 22 de Puebla por donde pasa el río, dejen de contaminarlo,  que tanto industrias como  municipios dejen de descargar aguas residuales en el  río, desde el momento en que lo dejen de hacer  empezará el rescate.

Si dejan de contaminarlo el río se regenerará solo,  las temporadas de lluvias serán muy positivas porque depositarán agua limpia en grandes cantidades, y si el río  ya no recibe agua contaminada avanzará en su regeneración por sí solo.

No sólo se necesita voluntad política de  los tres niveles de gobierno, sino un cambio de actitud de  la sociedad, de los ciudadanos, de los empresarios que  hoy hacen descargas de aguas residuales en el río.

Este nivel de mentalidad, de actitud, de cultura, de desarrollo, de conciencia, aún no se tiene, la gente y los mismos  gobiernos andan entretenidos en otras cosas, el modelo, el sistema, promueve el consumismo, la concentración de riqueza,  el daño ambiental por  intereses comerciales, la desigualdad social,  así no se puede avanzar.

Tenemos un sistema  depredador, destructor, acaparador, enemigo de los recursos naturales, un sistema empresarial que pone los intereses económicos por encima de todos.

Sin embargo, no hay que desanimarse, no hay que bajar la guardia, no porque el sistema nada haga, no quiere decir que nada se pueda hacer para salvar al Atoyac y todos los ríos de Puebla y el país, se tiene que seguir insistiendo, realizando acciones por el rescate de los ríos contaminados.

Existen asociaciones civiles como “Dale la Cara al  Atoyac” que llevan años luchando y  realizando acciones diversas que lleven al rescate del río, como ésta necesitamos muchas asociaciones, o una sola  muy grande, que se dedique íntegramente a este proyecto, sólo luchando se alcanzan objetivos.

Verónica Mastretta, integrante de la asociación, afirma que en los ambiental a nivel gubernamental puede haber pasos inmediatos en la dirección correcta, pero  los logros casi nunca son inmediatos, “eso lo hemos entendido en nuestra organización, nuestra meta es ser tenaces con el tema y tener claro el rumbo gobierne quien gobierne, los  políticos orientan sus acciones a los logros inmediatos, pero nunca llegan”.

El sistema presionado por estas voces ciudadanas tiene un proyecto de rescate del Atoyac, se propone que para el  2031, dentro de  13 años, se haya logrado un importante avance.

Pero como el sistema es  corrupto, mentiroso, poco confiable, no existe una garantía  de que el proyecto sea un éxito.

Sólo  hay una forma de rescatar el  Atoyac y sus afluentes: que Tlaxcala y Puebla con sus autoridades, ciudadanos  y empresarios dejen de contaminar el río, no hay de otra.

Para que eso suceda se necesita un cambio de  360 grados en todo, ni siquiera  se necesitan leyes que castiguen y sancionen,  esto  no  funciona, nunca ha funcionado, se necesita un cambio de actitud, y esto no se logra en  13 años, requerirá más tiempo.

 

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