Ni en los días más duros de la Colonia Española, ni cuando esta ciudad era una “ciudad conventual”, se vivió, estamos seguros, un día como el del martes.
Ni autos y muy pocas personas circularon por el zócalo y los pocos que circularon reflejaban en sus rostros todavía, el espanto que sufrieron durante el terremoto de 7.1 grados Richter con epicentro en la población de Axochiapan, Morelos, a poco más de un kilómetro de territorio poblano.
El número de víctimas de este temblor, había subido, a la hora en que hacíamos esta columna, a 43 los muertos y 105 los heridos, principalmente en la ciudad de Atlixco y en más de 20 municipios de la Mixteca poblana.
El municipio mixteco más dañado por el sismo, fue el de Atzala; pero hubo también cuantiosos daños en Chietla, Chiautla, Izúcar de Matamoros, Huaquechula, Piaxtla y Acatlán, según pudo comprobarlo el gobernador Antonio Gali, quien desde temprano y acompañado de varios miembros de su gabinete, hizo un recorrido por la zona, para hacer una evaluación de los daños e iniciar de inmediato la ayuda a esos pueblos para su reconstrucción y para poder aliviar en parte las penurias de quienes sufrieron pérdidas materiales, pero sobre todo, pérdidas humanas.
El regidor de Gobernación, del ayuntamiento de Chietla, falleció a consecuencia del derrumbe de una cúpula en el templo de dicho lugar, en el momento en que se celebraba un bautizo al que asistía como invitado. El funcionario es una de las víctimas de este fenómeno natural.
Los templos de la región, muchos de ellos construidos en la época colonial, sufrieron severos daños. La iglesia del ex convento de Huaquechula, joya arquitectónica del Siglo XVI, se resintió bastante, según nos informa un testigo presencial.
El templo de “Santiaguito”, de Izúcar, (Santiago Apóstol) donde se venera una imagen del santo español, muy querida por los creyentes de la región, sufrió el derrumbe de una de sus cúpulas y del marco de entrada del Santuario. Pero también sufrieron daños el templo de la Inmaculada Concepción y el ex convento de Santo Domingo, de la misma población, este terminado de construir en el año 1611.
La reconstrucción de los daños sufridos en la región mixteca, va a resultar muy costosa, sobre todo por el precio que tendrá la reparación de esos monumentos arquitectónicos, que son patrimonio de la nación.
Le estábamos contando de lo que se vivió en el zócalo capitalino. Nunca habíamos visto todos los establecimientos de los portales: restaurantes, comercios, oficinas, etc. cerrados. Los cafetómanos empedernidos estaban como desorientados, no por el susto del temblor, sino por el susto de no tener donde comentar los últimos acontecimientos del día, principalmente todo lo relativo al movimiento sísmico que aterrorizó a Puebla.
En estos días, la política es un tema que pasó a segundo o tercer lugar, lo mismo que la inseguridad, la violencia, el robo de combustible y la pobreza que sufren millones de mexicanos.
Todos los que se enteraron de la campaña twitera, demandando que el dinero que se va a destinar a los partidos políticos en sus próximas campañas, mejor se destine a apoyar a las víctimas de los terremotos y a la reconstrucción de los monumentos históricos y arquitectónicos que se vieron afectados; todos los que se enteraron de esa campaña, repetimos, la apoyaban muy entusiastamente.
Y es que en realidad los partidos y los políticos mexicanos, están viviendo su peor época: partidos sin estructura, sin organización y sin ideología y cada vez con menos militantes, y políticos sin oficio, sin conocimiento de nuestra realidad, de nuestra historia, sin sensibilidad social, pues no sirven para resolver nuestros problemas, sino que ellos mismos, son parte del problema.
Un país pobre, con tantas necesidades ahora agravadas por los fenómenos naturales, terremotos, huracanes, tormentas tropicales, no puede tirar a la basura diez mil millones de pesos para que los políticos y los partidos, sin ideología y sin oficio, sin un plan de trabajo serio y efectivo que ayude a salir al país adelante, los malgasten en propaganda engañosa que no convence a nadie y en un aparato electoral, el INE, en el que cada vez, confía menos la ciudadanía.